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Por Moisés Garrido

    La Parapsicología está hoy ganándose la confianza de los muchos científicos que, valientemente, se interesan por saber qué hay de cierto y de falso tras ella. Sólo los que, por prejuicio o por ignorancia, jamás se molestaron en profundizar en este terreno, la hacen blanco de sus constantes críticas. Pero a pesar de lo que digan sus enemigos, las teorías científicas más vanguardistas han acudido en apoyo de la Parapsicología, lo que permite augurarle un espléndido futuro.

                    La Parapsicología ha intentado -a pesar de sus limitaciones metodológicas, de los ataques recibidos por sus detractores y de los charlatanes que hacen un uso indebido de ella- investigar bajo un enfoque científico los llamados fenómenos paranormales. Desde que el físico y químico Sir William Crookes (1832-1919) se preocupara de estudiar con rigor los sucesos inexplicables que acontecían en los velatorios espiritistas, la Parapsicología (antigua Metapsíquica) ha ido ganándose a pulso -y no con pocos esfuerzos- un pequeño hueco entre las demás disciplinas científicas. En este sentido, la admisión de la Parapsychological Association en el seno de la American Association for the Advancement of Science, en 1969, supuso, obviamente, un gran paso.

                    A pesar de la desconfianza que aún sigue existiendo en ciertos sectores conservadores del establishment académico a la hora de considerar la Parapsicología un campo digno de estudio, numerosos hombres de ciencia, preocupados por el avance del conocimiento humano y no por el qué dirán sus colegas, se han propuesto buscar algún nexo de unión entre la inexplorada naturaleza de los fenómenos paranormales y los recientes descubrimientos de la ciencia de vanguardia en general, y de la nueva Física en particular. Las sorpresas no han hecho más que comenzar...

 

VIAJAR EN EL TIEMPO

                    Albert Einstein (1879-1955) formuló en 1905 la Teoría Especial de la Relatividad en la que expresó su famosa ecuación E=mc2, demostrando que la masa se transforma en energía al alcanzar la velocidad de la luz. Pero además, el físico alemán dejó constancia de otro sorprendente hallazgo: que el tiempo es relativo y puede verse afectado -contrayéndose o dilatándose- en función de la velocidad del observador (y también de la fuerza de la gravedad). Sin proponérselo, postuló ya en aquellas fechas algo que venían barajando muchos investigadores de lo paranormal: la posibilidad de trasladarse en el tiempo (aunque fuese mentalmente).

                   Los experimentos llevados a cabo sobre la Percepción Extrasensorial (ESP) -en concreto, la precognición y retrocognición-, confirmarían tal paradoja. Nuestra conciencia -desde el prisma de la Parapsicología- puede desplazarse al pasado o al futuro; muchos paragnostas lo han practicado con notable éxito y otros individuos sin especiales capacidades psíquicas han viajado en el tiempo a través de los sueños, dando detalles precisos sobre escenas pretéritas o futuras que luego se confirmaron. Además, si el tiempo no es una flecha que se desplaza en una sola dirección -del pasado al futuro-, sino un “continuum presente”, o sea, que los acontecimientos pasados y futuros están teniendo lugar paralelamente al “ahora” -tal y como se ha constatado en el nivel de las partículas subatómicas-, el psíquico estaría protagonizando, en ese caso, un fenómeno de clarividencia.

                   El factor Tiempo, gracias a Einstein, dejó de considerarse una magnitud fija y absoluta, y los fenómenos paranormales así lo han demostrado. A la vez que Einstein enunciaba sus teorías concibiendo que el tiempo y el espacio no existen por separado, sino que forman una única magnitud, el físico Max Planck (1858-1947) sentaba las bases de la Mecánica Cuántica al determinar que la radiación se emite en quantum o paquetes de energía. Los cimientos de la Física clásica de Newton quedaban de este modo seriamente dañados.

                   El mundo subatómico se nos presenta abstracto, imprevisible, aleatorio, acausal. La Física Cuántica nos muestra un universo donde la materia no existe, donde todo está formado por ondas vibrando a distintas frecuencias, en el que no es posible visualizar simultáneamente la posición y velocidad de una partícula, donde éstas se desplazan “a saltos” de un lugar a otro del espacio, donde el observador influye en lo observado convirtiéndose así en participante, donde dos partículas que han estado unidas siguen interconectadas independientemente de la distancia que las separen (“Teorema de Bell”), donde pueden visualizarse algunas partículas subatómicas en más de un lugar al mismo tiempo... En definitiva, como deja claro el científico Gregorio Parra en su obra Metafísica, Teodicea y Ciencia, “la Física actual, al penetrar en el concepto de materia, ha encontrado que su análisis del micro mundo le ha llevado a ‘disolver’ la propia materia”.  

 

HABITAMOS UN MUNDO ESPECTRAL

                    La realidad es mucho más compleja de lo que perciben nuestros limitados sentidos físicos. En el mundo material, las cosas están separadas espacialmente y percibimos su solidez. Pero los sabios e iluminados de la antigüedad ya se adelantaron a los físicos modernos cuando decían que “la realidad es pura ilusión”. Por eso, adentrarnos en la Física subatómica es penetrar en otros niveles de la realidad donde la lógica humana no sirve. “En el mundo de la Física -afirmó el matemático Eddington- hallamos una representación espectral de la realidad cotidiana”. Por su parte, el físico Michael Talbot (1953-1992), reflexionando sobre las fascinantes implicaciones de la teoría cuántica, se preguntó: “Si los bloques de construcción subatómicos de los objetos materiales no poseen las características de los objetos materiales, ¿qué grado de realidad tiene el mundo en el que vivimos?”.

                    La verdad es que sólo nos queda una alternativa: reconocer unánimemente que nuestro mundo tridimensional cotidiano es sólo la punta de un gran iceberg, cuyo bloque sumergido -el reino cuántico- contendría la verdadera clave para la comprensión del universo. Ya el lector habrá caído en la cuenta de la similitud entre la naturaleza intrínseca de las partículas subatómicas y el comportamiento de los fenómenos paranormales: ambos son imprevisibles, incontrolables, y desafían nuestras concepciones sobre la materia, el espacio y el tiempo. Fenómenos como la transmisión telepática, la acción de la mente sobre la materia (psicocinesis) o la teleportación reflejan, en cierto modo, la paradójica realidad del mundo cuántico. ¿Son, por tanto, lo paranormal y lo cuántico, dos manifestaciones procedentes de una misma matriz?...

                   Michael Talbot, quien protagonizó algunos sucesos anómalos desde los 6 años de edad (extrañas lluvias de grava sobre el techo de su casa, ruidos inexplicables, movimientos y caídas de objeto...) estaba convencido de que “la teoría cuántica, así como descubrimientos efectuados recientemente en otras ramas de la ciencia, contiene al menos en parte la respuesta al misterio del poltergeist”.

 

“HAY OTROS MUNDOS, PERO ESTÁN EN ÉSTE...”

                    El escritor Arthur Koestler, en Las Raíces del azar (1972), comentaba que “cuando más se ha aventurado el físico en los reinos subatómico y supergaláxico, más intensamente ha experimentado su paradójica estructura y más ha abierto la mente hacia la posibilidad de lo aparentemente imposible”. Así le ocurrió al físico Paul Davies, profesor de Física Teórica en el King’s College de Londres, cuyos trabajos sobre la compleja estructura del universo son realmente reveladores. Si trasladamos las leyes cuánticas al terreno de la cosmología, como sugiere Davies, autor de Otros Mundos. El Espacio y el Universo Cuántico, es factible imaginar un universo que se desdobla continuamente en otros muchos universos que coexistirían paralelamente. No obstante, una particularidad de los “mundos paralelos”, apuntada por este físico, es que “con nuestro tiempo espacial no podemos alcanzarlos. Ellos son en sí mismos tiempos espaciales completos y no se encuentran a una distancia ni en una dirección determinadas”.    

                   Aunque es difícil comprobar experimentalmente la existencia de los “mundos paralelos”, cierto es que, desde hace varias décadas, se ha podido verificar teóricamente su realidad a través de cálculos matemáticos. La reciente teoría de las “supercuerdas”, con la que se espera unificar la teoría cuántica con la gravitacional, predice un universo de hasta diez dimensiones. De todas formas, si tenemos en consideración las investigaciones de John Wheeler, Hugh Everett, Sidney Coleman o Jack Sarfatti, no podemos dudar de que los “mundos paralelos” son una realidad indiscutible. Pero, a partir de ahí, surgen otras preguntas: ¿Están interconectados esos múltiples universos? ¿Es posible viajar de un universo a otro?

                   A raíz de la teoría del espacio curvo (Einstein, 1915), surgió posteriormente la idea de los llamados “agujeros de gusano”, que, a diferencia de los agujeros negros, serían “puertas” o “pasadizos” que conectarían no sólo distintos puntos del espacio, sino también diversos universos entre sí. Según la cosmología cuántica, constantemente se crean fluctuaciones en el campo espacio-temporal que darían origen a esos hipotéticos “agujeros de gusano”. ¿Sirven éstos como túneles del tiempo? Paul Davies responde que “en el edificio de esta teoría de los universos múltiples, el viaje en el tiempo no plantea ningún problema, suponiendo que sólo sean permitidos los viajes al pasado de otro universo”.

                   La teoría de los “mundos paralelos” puede ser la respuesta a algunas anomalías físico-temporales que se registran en ciertos puntos de la Tierra, lugares que son denominados “zonas ventana” o “puertas dimensionales”. En consecuencia, ¿son los casos de fantasmas y otras apariciones la manifestación de “entidades” pertenecientes a otras dimensiones? ¿Y las personas que han desaparecido inexplicablemente y que, ocasionalmente, han vuelto a aparecer a centenares de kilómetros? ¿Y los sucesos en los que un vehículo es “engullido” por una extraña nube, sufriendo luego sus ocupantes un “tiempo perdido”? ¿Y los objetos que surgen de la nada? ¿Y las historias de desapariciones de barcos y aviones, como en el famoso “Triángulo de las Bermudas”? ¿Y los avistamientos de OVNI's? ¿Son todos estos hechos la mejor prueba de que nuestro mundo forma parte de una red infinita de mundos interconectados? Probablemente, sí. Al menos, la teoría de los “universos paralelos” -respaldada, como hemos visto, por la moderna Física- viene a sustituir a las pseudo explicaciones espiritualistas y esotéricas que jamás aclararon el origen y la naturaleza de tales hechos.

 

EL ORDEN IMPLICADO

                    Otras teorías científicas también estaban destinadas a dar la razón a los que aceptamos la realidad de los fenómenos paranormales. Quizás la más novedosa fue la que propuso en 1971 David Böhm, profesor de Física Teórica en el Birbeck College de la Universidad de Londres. Según su “Teoría del Orden Implicado”, existe un estrato subyacente -una “esfera implicada”- donde todas las cosas y acontecimientos están unidos. “La mecánica cuántica y la relatividad -dice- han demostrado el fracaso del orden mecanicista y necesitan otro orden, que yo llamo implicado”. Y añade que “el verdadero estado de las cosas es una totalidad indivisible”. Este nuevo modelo de la realidad nos revela un universo estructurado como un holograma, es decir, en la que cada una de sus partes contiene al todo. David Böhm concluye que “si existe lo paranormal, sólo puede entenderse mediante su referencia al orden implicado, puesto que en ese orden todo está en contacto con todo lo demás y no hay ninguna razón intrínseca para que lo paranormal sea imposible”.

                       En 1969 el neurocirujano Karl Pribam -fundador del Centro de Investigaciones del Cerebro de la Universidad de Radford (Virginia, EE.UU.)- aplicó la sugerente idea del holograma a los procesos cerebrales, señalando que la memoria no está localizada en un punto concreto sino repartida por todo el cerebro. La teoría de Karl Pribam, junto a la de David Böhm, forman lo que se ha bautizado como el “Paradigma Holográfico”. De esa unión nació un revolucionario y trascendental axioma: “El cerebro es un holograma que interpreta un universo holográfico”, que propone que nuestro cerebro (la parte) tiene acceso a toda la información existente en el universo (el todo), lo cual podría ser la mejor explicación para fenómenos paranormales como el de la “visión remota” (también llamada “clarividencia viajera” o “experiencia extracorpórea”). “Cada punto de nuestro cerebro está conectado con todos los demás puntos del universo”, sostienen los físicos cuánticos.

                       El pintor neoyorquino Ingo Swann, considerado uno de los más grandes paragnostas de las últimas décadas -quien llegó a colaborar como “espía psíquico” en proyectos secretos del Gobierno de EE.UU.-, fue sometido a principios de los años 70 a pruebas de laboratorio para certificar sus pretendidas facultades, reconocidas como auténticas por los físicos Harold Puthoff y Russell Targ, del Stanford Research Institute (California). Ingo Swann, experimentando con la “visión remota”, logró “viajar” a Júpiter y a Mercurio, facilitando detalles sobre las características de ambos planetas (condiciones atmosféricas, paisajes, colores...) que tiempo después ¡fueron confirmados por las sondas Pioneer 10 y Mariner 10! ¿Acaso sintonizó la mente de Ingo Swann con la “esfera implicada” de la que habla Böhm para obtener información extrasensorial?.

 

LA CONCIENCIA CREA MATERIA

                       En El Kybalion -obra iniciática atribuida al maestro egipcio Hermes Trismegisto- se dice que “El Todo es Mente; el Universo es el Mental”. Muchos siglos después, los físicos han corroborado este milenario principio hermético. “El material del universo es material mental”, sentenció Sir Arthur Eddington (1882-1944). Puesto que el observador se convierte en participante cuando observa el mundo subatómico y, si participa, lo está alterando, esa relación entre la conciencia y el universo se estrecha aún más cuando el físico Jack Sarfatti afirma que “la estructura de la materia ¡no puede ser independiente de la conciencia!”. Así, nuestra conciencia construye la realidad que percibimos y aún más: ¡crea el Universo! En resumen, como sostiene Talbot, “la conciencia es la estructuradora de la realidad”.

                        Si es tan importante el papel que juega nuestra conciencia en la construcción del mundo, hechos parapsicológicos como la psicocinesis -la acción de la mente sobre la materia- estarían perfectamente justificados y de ahí que físicos de la talla de John Taylor, Helmut Schmidt o John Hasted la acepten tras investigarla en laboratorio. Pero, ¿puede nuestra mente ir más allá y llegar a materializar “algo”? Fenómenos como el “ectoplasma” (sustancia emanada del cuerpo del médium y que se transforma en una figura fantasmagórica), registrados en las sesiones espiritistas decimonónicas, o los llamados tulpas, “entidades artificiales” creadas mentalmente durante los rituales de los místicos tibetanos, serían sólo dos ejemplos de la casuística paranormal sobre la facultad de la mente para “crear” materia.

                         Un caso clásico recogido en los anales de la Parapsicología y que ilustra el binomio conciencia/materia es el que se conoce como el del “fantasma Philip”. En 1972, ocho miembros del grupo canadiense New Horizons Research Foundation, coordinados por el doctor Owen, acordaron realizar un experimento inédito: inventar un “fantasma” al que bautizaron con el nombre de Philip, atribuyéndole ciertos rasgos físicos, situándole en la Inglaterra del siglo XVII y “fabricándole”, asimismo, una historia trágica amorosa “vivida” por Philip antes de “desencarnar”. Con todos esos datos imaginarios, el grupo comenzó a realizar sesiones para invocar el “espíritu” de Philip. En torno a una mesa, y con las manos entrelazadas, creados el ambiente propicio para lograr el “contacto”.  

                           Pero tras un año de infructuosos intentos, y cuando ya estaban a punto de abandonar, los miembros del grupo consiguieron por fin la primera “manifestación” de Philip: ¡la mesa crujió inesperadamente y comenzó a golpear el suelo! Los atónitos participantes establecieron entonces un sencillo código de comunicación: un golpe para el “sí” y dos para el “no”. El contacto tiptológico alcanzó tal intensidad que la mesa se deslizaba, se elevaba del suelo sobre dos patas, subía y bajaba escaleras, giraba hasta ponerse patas arriba... Algunas de las sesiones fueron grabadas por cámaras de televisión, atrayendo la atención de curiosos e investigadores. Por si fuera poco, otros fenómenos de etiología psicocinética solían acompañar las reuniones “espiritistas”.

                           ¿Crearon un “auténtico” fantasma o establecieron conexión con el nivel implícito o cuántico de la realidad? Sea lo que fuere, lo cierto es que aquel grupo demostró, creando lo que el psicólogo Lawrence LeShan denomina “entidades funcionales”, que la conciencia humana construye cualquier “realidad” posible. Razón no le faltó al físico y astrónomo James Jeans (1877-1946) cuando, hace más de 60 años, escribió en The Mysterious Universe que “el Universo está empezando a parecerse más a un gran pensamiento que a una gran máquina”.

 

LA NUEVA PARAPSICOLOGIA CUÁNTICA

                           Muchos parapsicólogos han defendido la idea de que los fenómenos paranormales son producidos por un tipo de energía de naturaleza electromagnética emitida por la mente humana o bioenergía, bautizada con el nombre de “telergia” (tele=lejos; ergo=acción) por F.W.H. Myers (1843-1901). Pero todos los intentos de constatar la existencia de la telergia han sido en vano, como los llevados a cabo hace 30 años por el parapsicólogo Eugene Dolgoff, quien reconoció que no existe transferencia de energía psíquica. Se suma a esta conclusión el parapsicólogo Stanley Krippner: “La extraña capacidad de la percepción extrasensorial y de la psicocinesis para trascender los límites ordinarios del tiempo y del espacio crea problemas a quienes defienden modelos explicatorios basados en la energía”. Y es cierto. Sabemos de sobra que la energía disminuye en función de la distancia (lo que no ocurre con la telepatía, por ejemplo). Además, se han realizado pruebas parapsicológicas aislando las ondas electromagnéticas mediante la “cámara de Faraday” sin que los resultados fuesen negativos.

                                             

                           En cambio, las tesis de Karl Pribam y David Böhm podrían ser la fórmula más adecuada para dar respuesta a la compleja naturaleza de los fenómenos paranormales. El mismo Eugene Dolgoff, refiriéndose al modelo holográfico, señala que “nada necesita ir de aquí para allí porque en esa esfera no existe ningún allí”. Así, la telepatía, la psicocinesis o cualquier otro suceso paranormal tendrían su base en ese nivel subyacente en el que todo está interconectado. Este nuevo enfoque traería consigo una profunda transformación en la investigación parapsicológica, hasta tal punto de que ya podríamos hablar de una “Parapsicología Cuántica”, el “eslabón perdido” entre la Física y la Metafísica. “Lo curioso es que se puede hablar de una revolución parapsicológica que se está preparando no en los laboratorios de parapsicología o de psicología, sino en los de los físicos”, precisa el filósofo Vintila Horia.

                               A la Parapsicología científica todavía le queda mucho camino por recorrer y obstáculos por superar. La metodología y las condiciones de experimentación no siempre son las adecuadas y los resultados positivos difícilmente pueden ser repetidos o verificados en laboratorio, debido a la espontaneidad de los fenómenos y al estado psicoemocional del sujeto en el momento de la experimentación. Por si esto fuera poco, apenas se cuenta con apoyo financiero por parte de instituciones oficiales. Y otro gran problema -que urge erradicar- es esa legión de desaprensivos, pseudo parapsicólogos y timadores psíquicos a los que sólo les mueve el afán de lucro y de protagonismo.

                               Pero pese a estas dificultades, la Parapsicología ha contado siempre -y seguirá contando- con el apoyo de eminentes físicos, químicos, biólogos, psicólogos y médicos. Sin una base estrictamente científica y multidisciplinar, poco o nada se podría avanzar en el estudio de los fenómenos paranormales. “La relación de la investigación parapsicológica con otros dominios científicos va en aumento”, declaró hace años el célebre Hans Bender (1907-1991). Y así ha sido. Los estudios que se realizan actualmente sobre los estados modificados de conciencia, la influencia psi en organismos vivos, las modernas técnicas de biofeedback, la psiconeuroinmunología y otras áreas limítrofes del conocimiento, le han dado la razón.

                               Viene bien recordar las palabras del astrofísico Peter Sturrock: “Creo que para ensanchar los límites de la ciencia necesitamos estudiar hechos que la ciencia actual no puede explicar”. Un sabio consejo del que más de uno debería tomar buena nota...  

VOCES IMPOSIBLES - Psicofonías

(C) Iván Hitar 2006